A finales del invierno, del
año que fue elegido como Papa un obispo americano, un joven estaba visitando
una congregación luterana en su ciudad natal, juntamente con una pastora que
había llegado de visita de lejanas tierras y que él estaba acompañando como
traductor.
En la carretera, mientras el
joven conducía su auto, conversaron sobre diversos temas, y uno de ellos fue,
que él era originario de esa zona. A medida que se acercaba iba mostrando
lugares y personas que conocía.
Al llegar a la Congregación,
saludaron, se presentaron y empezó la reunión a la cual habían llegado. El
trabajo se hizo con éxito, unas 40 personas adultas habían llegado para
escuchar lo que la pastora visitante tenía que decir.
Al finalizar la reunión,
fueron a tomar un café juntamente con los trabajadores de la
congregación. Allí hablaron de diversos temas; de la nieve, del sauna,
del país de origen de la visitante, del nuevo Papa americano recién elegido,
etc. Después de haber tomado el café, el joven pregunta a la pastora: “A dónde
quieres ir, o a conocer a mi padre”. La pastora respondió: “Vamos a visitar a tu
padre”.
El joven dijo: está bien,
déjame llamar por teléfono para ver si se encuentra en casa, no vaya ser que
haya salido y no lo encontremos. Llamó a su padre, quien se encontraba en la
casa y le anunció la visita.
El Padre al saber de la visita
de su hijo acompañado de una mujer pastora de un país ese
país, para él desconocido, inmediatamente quiso saber donde quedaba ese país y
se que a consultar un viejo diccionario que no le ayudo mucho, porque no
contenía mayor información. Con todo el Sr. Esperó a que llegaran.
A la llegada el padre muy
amablemente recibió la visita, la pasó adelante y como estaba haciendo mucho
frío y había caído mucha nieve, los visitantes empezaron a quitarse toda la
ropa que les abrigaba y dejarla a la entrada de la casa. Desde el inicio el
padre empezó a conversar y contar sus experiencias de vida, habló un poco con
su hijo en su propio idioma, y luego sirvió un delicioso y humilde café, (mani,
galletas, jugo navideño) . Todo lo hizo con gran amor y dedicación. La pastora
estaba muy atenta, observando lo que el padre hacía y escuchando lo que decía,
aunque no comprendía el idioma, esperaba que el joven hiciera la traducción.
La pastora se dio cuenta de
todo el esmero que este hombre hizo para hacer sentir bien a la visita. El era mayor
de edad, de unos 81 años de vida, vivía solo porque había quedado viudo desde hacía 6 años. La casa estaba muy limpia,
ordenada, decorada con buen gusto y sencillez y con bonitos detalles como
un arreglo de tulipanes en la mesa de centro de la pequeña sala.
La pastora se sentía tocada
por el Espíritu que reinaba en ese ambiente, en la conversación de las tres
personas: Padre, hijo y pastora. Finalizó la visita y empezaron
los agradecimientos, al momento de la despedida, antes de irse, la pastora
sintió del deseo de pedir al padre del joven que le diera su bendición para
ella y su ministerio. Pero como hablaba diferente idioma, pidió al hijo que le
dijera al padre que ella quería su bendición.
El hijo reaccionó
inmediatamente, ese pedido le pareció extraño, y respondió “Dices tú que mi
padre quien NUNCA ha bendecido NADA en voz alta... te bendecirá a ti, ahora?”,
a lo que la pastora dijo: “no importa, tú dile”. El joven obediente hizo lo que
le pedían, y… tremenda sorpresa.
El padre muy emocionado, a
como pudo tomó un actitud de aceptación y empezó a expresar con mucha humildad
pero con mucho sentimiento y sensibilidad, frases de bendición para la pastora.
El hijo quedó impresionado… mirando
al lado cuando su padre estaba bendiciendo a la pastora, con una lágrima en sus
ojos y – como él mismo dijo después – “con algo extraño en la garganta... como
un nudo que le apretaba la voz”.
En ese momento se abrió algo
nuevo entre la relación padre – hijo. Una semana después de la visita, el hijo
volvió a hablar sobre el tema con su padre, explicándole algo sobre la importancia
de la bendición, y también mencionando lo importante que era para el hijo el
hecho de oír a su padre bendiciendo a la pastora. Desde entonces, a veces cuando
el hijo lo visita, el padre le bendice!
A veces necesitamos que Dios
envíe personas desde otros lados del mundo para que podamos hablar cosas importantes
de la vida. Personas quienes no saben nada de eso que “No hemos acostumbrado a
bendecir unos a otros... o nosotros no hemos conversado mucho sobre esos temas”
Sino que – con toda sinceridad – piden la bendición, y al hacer eso, rompen las
malas tradiciones entre seres humanos. Somos realmente el cuerpo de Cristo, necesitando
de los demás para que su gloria sea revelada a todos y a todas.
16 Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a
ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, 17 que
Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el
fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con
todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido,
pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos
conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.
20 Y ahora, gloria sea a Dios, que puede hacer
muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que
actúa en nosotros. 21 ¡Gloria a Dios en la iglesia y en Cristo
Jesús, por todos los siglos y para siempre! Amén. Ef. 3:16-21 DHH.

Anssi Nurmi y
Blanca Irma Rodríguez
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