Jn. 4: 43-54
La salud es una condición que ha causado profunda preocupación al ser
humano, a través de su historia. La salud es el estado ideal de vida, que Dios
estableció para el ser humano.
Lo contrario a ello es la enfermedad. El origen de la enfermedad está
en la ruptura o el quiebre de esta situación de vida. La causa puede deberse a
diversas circunstancias, pueden ser desequilibrios emocionales o físicos, en la
persona misma o desequilibrios en el medio ambiente que le rodea y que le
afecta directa e indirectamente a la persona.
Según la Biblia, este es el segundo milagro realizado por Jesús. El
primero fue la conversión del agua en vino, a petición de su madre, en la
celebración de la Boda de Caná[1].
Esta sanación del hijo del oficial al servicio del rey, es el segundo milagro
de Jesús pero a la vez es su primer acto de sanación.
Cuántos de nosotros en momentos de desesperación hemos acudido al médico
con la esperanza que él o ella, puedan tener la medicina que cure la enfermedad
de nuestro hijo(a).
Cuántas veces; cuando hemos salido a comprar la medicina, al regresar
nos hemos encontrado con que ya no la necesitamos porque el enfermo ya ha
fallecido.
En casos así, vemos como la esperanza en vez de fortalecerse mejor se
debilita.
Jesús se dio cuenta de esta situación, por eso; a pesar que el oficial
no era creyente, Jesús se deja conmover por el padre que pide por su hijo, obrando
el milagro de la sanación a distancia del enfermo. No se trataba que el
funcionario tuviera fe. Eso sí, el oficial había escuchado de Jesús por lo que
él esperaba que esta vez hiciera el milagro con su hijo. Este es un acto de
esperanza y no de fe. El padre sigue insistiendo por la vida de su hijo, ven
pronto le suplica antes que mi hijo muera. Jesús obra el milagro no por la fe
que este tenía sino para que él y los de su casa creyeran. Tal y como la Biblia
nos dice que al que toca se le abrirá, él continúa insistiendo de manera que
logra conmover a Jesús quien sin conocer ni ver al muchacho lo cura. Significa
entonces que no hay ninguna excusa válida para no hacer el bien, cuando se
presenta la necesidad de hacerlo.
Esta preocupación de Jesús por la salud, también se hace una
preocupación actual. Hace dos años exactamente el 2 de marzo del 2012, fue
publicada en el Diario Oficial la Ley de Medicamentos, en el Decreto No. 1008
reza: “I. Que de conformidad con el Art.
1 de la constitución de la República de El Salvador reconoce a la persona
humana como el origen y el fin de la actividad del Estado, que está organizado
para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común;
en consecuencia, es obligación del Estado asegurar a los habitantes de la
república, el goce de la libertad, de la salud, la cultura, el bienestar económico
y la justicia social”. Y tiene como objetivo, garantizar la
institucionalidad que permita asegurar el acceso, calidad y disponibilidad de los
medicamentos a la población a un mejor precio.
Ahora, la mayoría de nosotros estamos enfermos, el dolor, la tristeza,
el sufrimiento son parte de nuestra realidad, el adelanto científico de la
medicina, el desarrollo de la tecnología, han ayudado para curar algunas
enfermedades por ejemplo: la malaria, el sarampión, fiebre amarilla, y otras.
Sin embargo, ahora padecemos de otras que antes no se conocían, como las
enfermedades nerviosas, el stress, el cáncer que mucho se ha propagado en nuestro
tiempo, y otras que son el resultado de nuestra propia forma de vida y por otro
lado de nuestras condiciones de vida.
La relación salud-enfermedad por tanto, es un estado donde nos
sentimos bien, donde nuestro organismo está en las mejores condiciones para
desarrollarse, para trabajar, para desempeñar cualquier tipo de acción ya sea
física, mental o espiritual. Aquí la persona es capaz de desarrollar relaciones
humanas independientes y hasta se vuelve autosuficiente, y podemos llegar a
pensar que no necesitamos del otro, del hermano, del familiar, del vecino.
El estado de enfermedad, es la ruptura de este equilibrio de
funcionamiento de la máquina orgánica, donde lo que más sufre es el órgano en
el cual descargamos el resultado de nuestros hábitos de vida. Por lo tanto se
daña y llega un momento que hasta deja de funcionar.
Es aquí cuando estamos enfermos cuando aflora nuestra debilidad,
nuestra fragilidad, y donde nos volvemos vulnerables, necesitando de la ayuda
del otro. Necesitamos de ayuda profesional que recae en el médico/a. pero
además necesitamos de cuidado personal, que casi siempre nos ofrecen nuestros
familiares y amistades más cercanas.
La forma de ver y enfrentarse a la vida cambia, cuando se tiene salud
o cuando se está enfermo. La misma sociedad de consumo en la que vivimos, nos
ha llevado a admirar la estética, como único referente de belleza que nos
ofrece la apariencia física de integridad. __Esto no es malo__ Siempre y cuando
no vaya en detrimento de negar la belleza espiritual, que muchas veces se
revela en los momentos de dolor.
Para finalizar. Esto no significa que hay que estar enfermo para ser
espiritual, o para mostrar vulnerabilidad y necesitar apoyo del otros, es porque
en ese quiebre se muestra de mejor manera estas condiciones de espiritualidad.
Existe un bello relato anónimo que quiero compartir con ustedes, algunos ya lo
deben conocer.
Revda. Blanca Irma Rodríguez, Iglesia Luterana La Resurrección, 31 de
marzo de 2014.