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viernes, 9 de abril de 2010

SOY SUJETO DE MI HISTORIA Y TESTIGO DE LA HISTORIA DE SALVACION.

Flm 1: 1-3

Dios ha permitido que en esta fecha nos reunamos en este XXIII Encuentro Nacional de mujeres Luteranas, bajo el lema: “A Imagen y Semejanza de Dios decimos no a la violencia contra la mujer”. Y el tema que hemos reflexionado ha sido “Las iglesias decimos no a la violencia contra la mujer”. Durante esta jornada dura de trabajo y de rica convivencia, hemos aprendido, compartido y hemos alabado el nombre de Dios en Comunidad.

Así hemos aprendido que violencia no es lo que Dios quiere para ninguna de sus hijas. Tampoco quiere que seamos nosotras quienes la hagamos para alguien. Con todo, violencia es una palabra que debemos borrar del diccionario, de nuestro léxico o vocabulario y también de nuestra conducta, gestos y actitudes. Que la metanoia de la que tanto hemos reflexionando en la IELCh en estos últimos años, sea un elemento transformador que nos convierta en verdaderas mujeres virtuosas, fraternas y amorosas.

Con el nombre de Filemón, está registrada una de las cartas paulinas que también la conocemos como una de las cartas pastorales. Esta es la carta más breve de todas las cartas del Apóstol Pablo.

En esta carta enviada a Filemón, Pablo menciona a dos personas que al parecer son bien importantes en el trabajo de evangelización que Pablo realiza. En ella, Pablo se refiere a Apia como la hermana, entendiendo hermana en términos cristianos, es decir; su hermana fraterna. Al leer entre líneas, nos daremos cuenta que Apia al igual que Arquito también era compañera de lucha de Pablo junto con Arquito, caso contrario su nombre hubiera sido irrelevante y no figurara entre las personas importantes mencionadas en la misma.

Otro detalle importante, y no parece que sea mera coincidencia, que Pablo al referirse a ellos la menciona primero a ella. Aunque podemos reconocer rasgos de caballero en Pablo, en este caso el hecho de mencionarla primero a ella no es un solo signo de caballerosidad si no de reconocimiento. Veamos el paralelo de Aquila y Priscila. Aquí, Pablo menciona primero al hombre y luego a Priscila, la mujer.

Apia, es una de las mujeres luchadoras como tantas otras, que gracias a su esfuerzo y testimonio perpetuaron el Evangelio, de manera que ahora nosotros somos sus herederas legítimas.

Apia, es la mujer que ahora representa a muchas mujeres que estuvieron allí trabajando duro, pero que la historia las dejó invisibilizadas. Sabemos que las mujeres que lograron sobrepasar los umbrales de la historia fue gracias a su rol preponderante en el ministerio de Jesucristo. Apia es una de ellas, a pesar que no se dice nada más de ella ni de su trabajo, sabemos que si el apóstol Pablo se refirió a ella, no fue; ni por gusto ni por casualidad, sino más bien por un pleno reconocimiento.

Hoy día, Patricia Ferrada, es una mujer con mucho entusiasmo y con mucho deseo de colaboración. Fue ella quien pintó la cruz, pero me dijo que no estaba interesada en que se supiera que era ella la artista creadora y pintora de la obra. Ese ha sido y por lo que veo continua siendo, nuestra actitud y nuestro trabajo en la Iglesia. Nuestra preocupación no es si se nos visualiza o no, si se nos reconoce o no, lo importante para nosotras es hacer el bien; ayudar, trabajar, entregar con amor nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros dones.

Tanto El Evangelio como la historia del cristianismo está tejida por la lucha, por el trabajo y la creatividad de las mujeres. Esta misma iglesia de Coquimbo, que ahora está recién naciendo, creciendo y fortaleciéndose, ya tiene una historia. Nuevamente 2000 años después las mujeres continuamos al frente del Evangelio, llevando la Buena Noticia a todos los lugares. Cada una de ustedes ahora ha sido misionera. Su presencia aquí, es un fiel testimonio de que continuamos en la lucha, cumpliendo con nuestro compromiso cristiano.

Nos encontramos aquí alrededor de unas 150 mujeres, cada una de nosotras somos; pero también hacemos iglesia. Pensemos de aquí a unos 50 años. ¿A cuántas de nosotras recordará y rescatará la memoria histórica de la Iglesia y cuántas de nosotras pasaremos a formar parte de todas esas miles y miles de mujeres que fueron parte del tejido que logró sostener el Evangelio y que ahora no conocemos sus nombres, pero que sabemos que allí estuvieron.

En honor a la historia y en respeto a nosotras mismas, les invito a que cada una estampemos nuestros nombres en este libro que registrará para la historia de la iglesia, los nombres de cada una de las mujeres que este día hemos participado de este evento. (invitación a que en forma ordenada pasen a firmar una por cada comunidad, luego después del culto podrán firmar todas.)

Este día, 13 de Noviembre de 2005, Dios ha querido que en el libro de la vida de su iglesia, se escribiera un capítulo de la IELCH aquí en Coquimbo. En esta tierra seca, árida, gris por lo quemado de sus pastos. Pero también; esta tierra donde el Sol brilla con todo su explendor y calor para que podamos compartirlo con cada una de ustedes.

Ahora que estamos cerrando este 5º Encuentro de Mujeres Evangélicas Luteranas, IELCH Coquimbo les da un profundo agradecimiento, por su presencia, por sus aportes y por el amor y la fraternidad compartida durante estos tres días de trabajo, de fiesta y de recreación compartida. Agradecemos a todas las congregaciones que con mucho esfuerzo están presentes: Punta Arenas, Osorno, Coronel, Boca Sur, Valdivia, Puerto Varas, Frutillar, Llanquihue, Chiguayante, San Pablo, San Bernardo, Belén La Bandera, La Esperanza, La Trinidad, El Buen Samaritano, Esperanza Viva, Hormiguitas. De manera especial también agradecemos la participación de las Revdas: Raquel Rodríguez y Judith Van Osdol y a la pastora Gloria Rojas por su empeño a que el evento se realizara aquí en Coquimbo. Que esta experiencia haya sido reconfortante y revitalizadora para que cada una de nosotras, al regresar a nuestras congregaciones seamos portadoras del mensaje de vida traído por Jesucristo y también de las historias de salvación en nuestras vidas de cada una de las hijas de Dios.

Amén.

Predicación realizada por Rev. Blanca Irma Rodríguez, en el XXIII Encuentro Nacional de Mujeres de la IELCH celebrada en Coquimbo y Guanaqueros, del 11 al 13 de Noviembre de 2005.